La Hermana en su compromiso como administradora fiel y prudente de nuestra institución, tiene el deber de cuidar con máxima atención todo lo que se le ha confiado, siendo consciente de la responsabilidad de proteger y administrar con esmero los propios bienes, a la luz de la misión de evangelización.
Por consiguiente estamos invitados a asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos obliga el escenario de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores fundamentales sobre los cuales se ha de construir un futuro mejor.
Desde esta perspectiva, la crisis nos obliga a volver a proyectar nuestro camino, darnos nuevas reglas y buscar nuevas formas de compromiso, apuntar a experiencias positivas y rechazar las negativas. La crisis entonces resulta ser una ocasión de discernimiento y de nuevos proyectos y con este enfoque, con más confianza que resignación, conviene afrontar las dificultades del momento presente.