Debido a que la comunicación tiene dos canales es posible cometer algún error para hacernos comprender.
Podemos hablar de obstáculos en la comunicación cuando:

Hacemos un discurso excesivamente emocional: exceso de conducta emocional durante el habla.
Hablamos demasiado bajo o demasiado alto: no modular el tono de voz.
Hablamos excesivamente rápido o lento: no regular el ritmo de la conversación.
Hablamos menos de lo normal: permanecer pasivo en la conversación, sin opinar, sin preguntar, o asentir.


Hablamos demasiado: hablar excesivamente interrumpiendo y sin escuchar lo que el otro dice.
Adivinamos el pensamiento del otro: suponer lo que el otro va a decir o sentir.
Hablamos negativamente: expresar con frecuencia comentarios y opiniones negativos de los demás o de las situaciones.
Damos poca información: dar menos información de la que se considera necesaria para continuar una conversación.
Damos información redundante: repetir información ya conocida.
Damos respuestas cortantes: responder con insultos, malos modos o expresiones ofensivas.
Contraatacamos: responder a una queja con otra sin intentar solucionar el problema.
Tendemos a no reconocer o dar la razón al otro: no ceder en las discusiones, no admitir ni reconocer el punto de vista de los demás.


No especificamos: no concretar, realizar un discurso excesivamente abstracto, general o superficial.
Desviamos el tema: introducir otros temas en la conversación que impiden profundizar en uno de ellos o alcanzar el objetivo propuesto.
Evitamos temas de conversación: mostrar desinterés.
Por ende, se trata de conseguir un estilo de comunicación que sea beneficioso y eficaz en la relación familiar, es decir, aprender a hablar para hacerse comprender y comprender al otro.
En primer lugar debemos hacer referencia a la habilidad básica en la comunicación humana: la escucha activa
